“La primera noche fue cortés, amable, pero no dejaba de expulsar pe$%& (flatulencias). La segunda noche todo empeoró, me exigía limpiar su casa, su inodoro, cocinarle y mirarle mientras hacía popó. Me llegó a pedir incluso defecar encima de mi cuerpo. Me quitó el celular y me obligó a darle la contraseña para revisar mi Whatsapp”. (Sigue leyendo aquí…)
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