Esa plazoleta con la solemne estatua de la poeta nacional de la República Dominicana, Salomé Ureña de Henríquez, más arriba su imponente escalinata y cuesta abajo está el trayecto, que como por arte de magia tiene el poder de sumergir a sus transeúntes a un viaje al pasado, con su alineación oblicua e irregular, embellecida con sus edificaciones blancas y lámparas muy al estilo español colonial. (Seguir leyendo…)
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