Maskym había estado luchando por más de 200 horas casi sin descanso cuando una bala disparada por un francotirador ruso lo mató en Bajmut, en el este de Ucrania.
«Durante ocho días no había dormido ni comido casi nada. No podía cerrar los ojos por cinco segundos porque el francotirador podría dispararle», recuerda Lilia, su madre. (Seguir leyendo…)