Ven conmigo: Santo Domingo en avioneta (Las aventuras de Maricha)


Maricha Martínez Sosa
Saludos saludables, de este lado de la pantalla Maricha Martínez Sosa. Hace algunos meses publicamos una entrevista (si no la viste, (échale un ojo acá…) en donde yo hablé hasta por los codos. Curiosamente algunos de ustedes se quedaron viéndola hasta el final (aplausos por su resistencia) y algunos me escribieron mensajitos en privado (me he reído mucho con sus ocurrencias). ¿Qué es lo que más me dicen? Llévame contigo.

Te juro que yo quisiera llevarme ‘al pueblo’, pero como no puedo literalmente… Se me ocurrió una idea, quizá puedo llevarte conmigo desde la comodidad de tu dispositivo: en modo binario. Así que te propongo hacer el ejercicio imaginario de irnos, tu y yo, por una de mis aventuras y, como esta fue la más reciente, nos vamos en avión por encima de «la capital» ¿soportas?

¿Cómo llegué ahí?
No, no fue porque soy una rica millonaria hijita de papi y mami que cumple todos sus antojos pasando la tarjeta de crédito como si fuera la espada de El Zorro. Llegué allí, básicamente por chepa. Te explico: hacía algunas semanas había reconectado con un antiguo amigo que estaba subiendo a sus redes unas fotos muy chulas. “¿Cuándo me llevas a volar contigo?” Le dije en broma, a lo que él contestó: «Aún no puedo, pero cuando pueda te aviso». Yo estaba en África y el en RD, así que no era como que de verdad podía “pegarme de lambona” en uno de sus vuelos, pero igual salí ganando pues acabó donando algunas de sus imágenes para yo compartir en mi bebé: quemashago.com así que todos fuimos felices.

Fast forward a hace un par de días cuando yo estaba casi recién llegada a Santo Domingo y me llegó un mensaje que decía: “¿Volarías conmigo?” Él era un hombre de palabra y acababa de sacar su licencia de piloto privado. “¿Cuándo?” le respondí. Era sólo una idea que dependía de variables tan impredecibles como el clima caribeño en temporada de huracanes y así se quedó por un rato.

Para ponerte en contexto: él es José Andrés Pichardo y aunque si lo ves en modo trabajo pensarías que es el pana más serio y formal del mundo mundial, el tipo tiene uno de los humores más oscuros y filosos que he conocido, lo cual le hace, a mi entender, extremadamente divertido. Nosotros fuimos muy buenos amigos en la universidad y, desde que le conocí, siempre amó la aeronáutica por lo que el que estuviera tomando clases de vuelo no era para mí nada sorprendente.

“¿Es la primera vez que volarás sólo?” le pregunté, más que nada por precaución porque aunque soy arriesgada y hay quienes dicen que no le tengo miedo a nada, no soy loca. Ya el había volado sólo, pero ese sería su primer vuelo con permiso de ‘montar pasajeros’. Eso era suficiente para mi, aunque no para mi mami: “¡Ay mi hija, tu si inventas!” dijo en un suspiro la doña, sin absolutamente nada de inspiración.

Tras darnos un sabroso madrugón (nota el sarcasmo) nos fuimos al aereopuerto de La Isabela con una misión clara: volar.

Esperamos, conversamos las opciones de ruta y muuuuuuucha ‘pluma de burro’ hasta que nos dieron el ‘GO’. Bajamos, pasamos un sutil chequeo de seguridad y nos dirigimos al hangar donde estaba nuestro pequeño aeroplano.

José Andrés siguió un montón de protocolos: revisar el motor, si había agua en el combustible, presionar incontables botones y verificar el funcionamiento de piezas según dictaban una recua de listas… Yo, honestamente, estuve siempre escuchando y de vez en cuando haciendo preguntas, pero el mayor porcentaje de mi atención lo tenía el buscar la forma de acomodarme para el que sería mi objetivo: tomar fotos.

Esta sería la primera vez que volaba en un objeto tan pequeño y con posibilidades de fotografiar prácticamente a mi antojo, así que estaba MUY emocionada. Estaba también consciente de que me este era su primer vuelo formal como piloto, lo cual no escondo que me ponía un poco nerviosa, pero mi emoción era mayor que los nervios… Yo andaba artillada con varias ópticas y cámaras, para poder responder a lo desconocido. Como nunca lo había hecho no sabía con qué me encontraría ni cuál era el mejor equipo, pero por lógica me atrevía a asumir, «jondié» la mochila para atrás, acomodé a mi lado el equipo que usaría y me di cuenta de que una cosa estaba clara: esto sería divertido.

Según lo planeado sobrevolamos parte de Santo Domingo, la ruta fue desde el aeropuerto bajar hacia el mar y recorrer la costa hasta llegar a la zona de Boca Chica y desde allí devolvernos. Aunque los aviones son normalmente un medio de transporte acá no nos llevaba a ningún sitio, esto era volar por volar.

Lo que me encontré fue más de lo que esperaba al punto de que en algunos momento sólo repetía frases como: WOW, ¡Qué auténticamente hermoso es mi país! Y le pedía sobre volar algunas franjas de costa de nuevo pues era como si a mi cerebro le costara aceptar cuán innegable era esa recién encontrada belleza. Entiéndeme: la magia de esas vistas que tengo observando por tantos años acababa de aumentar exponencialmente cuando mi ciudad natal se presentó ante mi como jamás la había imaginado y, básicamente, me re-enamoré de las costas de Santo Domingo y me impresionó su crecimiento.

Cuando Boca Chica entró en mi campo de visión te apuesto a que parecí una caricatura de esas a las que se les cae la mandíbula de la sorpresa. ¿Cómo era posible que el inicio de una zona a la que con suerte puedo llegar en menos de una hora fuera ASÍ? Era como si ella, que ha estado desde siempre ahí, de repente se hubiera puesto coqueta y buscado impactarme con sus tonalidades de azules, lográndolo de forma absoluta. Y justo cuando pasábamos por la marina tomé esta foto, siendo curioso que no me di cuenta de la presencia del bote y su dramática estela hasta horas después cuando ya en casa vi las fotos, pues al momento de la captura los colores me tenían, básicamente, hipnotizada.

Luego vi el malecón… Confieso que siempre amé el malecón de Santo Domingo y acá me queda comprobado que da igual si es por tierra o aire, su belleza dice ‘quítate’. Eso sí, si alguien tenía dudas sobre la importancia y necesidad del Parque Mirador como pulmón verde de la parte sur de la ciudad, creo que con estas imágenes se le despeja. ¿No?

Yo es que siempre sentí especial atracción por el Parque Mirador Sur, pues cuando pequeña era sinónimo de fiesta y diversión, y cuando grande de ejercicio y salud. Pero una cosa era verlo (y disfrutarlo) desde abajo y otra era el percatarse de como sobresale ese verde mar de entre tanto cemento y luego me llegó una preocupación: ¿soy yo o se ve como que nos hacen falta más parques en Santo Domingo?

Era muy extraño porque yo no elegía a qué hacerle fotos, mis ojos solitos se postraban sobre las masas verdes porque desde arriba todo se veía gris y los techos son, en su mayoría MUY feos y aburridos. Ya no se veían casas, se veían bloques; no se veían calles, se creaban patrones… Y como bien explican las leyes de la Gestalt (psicólogos, psiquiatras, filósofos, diseñadores y quienes lo busquen en Google me entenderán): el todo se convertía en algo más, pues era la suma de sus partes y precisamente por ello trascendía. ‘La capital’ de la República Dominicana, mi ciudad natal, ya no eran sus monumentos o parques… Santo Domingo se convirtió en una entidad individual compuesta, precisamente, por todos esos conjuntos y esto estaba sucediendo ante mis ojos.

Confieso que no me gusta para nada aquella frase de «El Gran Santo Domingo» pues, a mi entender, viene directamente de esa grandilocuencia tan característica del dominicano. Ahora, hay que reconocer que la ciudad ha crecido y que sus señales de «desarrollo» son cada vez más visibles. De este vuelo me encantó, precisamente, lo evidente que me resultó esa evolución. Tras una experiencia capitaleña por las nubes, puedo decirte que quedé más que enamorada de mi ciudad y que, como todo ser ‘aficiao’ vine a decírselo a todo el mundo…

Queda claro que José Andrés no se sacó la licencia en una caja de cornflakes y que sí que sabía lo que estaba haciendo pues acá estoy aún: vivita, coleando y con ganas de hacerlo de nuevo.

¿Qué opinas tú?¿Te hubieras atrevido a volar con un piloto primerizo?¿Qué te parecen mis fotos?¿Te sorprende algo de lo visto acá? ¡Hablemos en los comentarios! Te dejo con un abrazo, esta vez con calidez isleña.

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