A pesar de una infancia feliz con sus padres adoptivos en Suecia, Kiran siempre sintió que algo faltaba en su vida. «La primera vez que vi a mi hermano me quedé helada. No pude decir nada. Nos sentamos en el sofá de su casa. Hubo un silencio. Entonces comencé a llorar». (Seguir leyendo…)
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