Por Timoteo Estevez
“Llevar un tarro en la cabeza no es muy bueno, pero si no nos los encaramamos, cómo vamos a conseguir los chelitos pá la comia”.[Ver fotos…]
Antonio Rojas el vendedor de tarros, recorre gran parte del Norte vendiendo sus tarros de arcilla y mármol. Antonio se ha acostumbrado a caminar con su tarro en la cabeza hasta que encuentre alguien que le compre, “pero existen días que el sol pica más que el de Nagua”, no encuentra mucha gente que le interese el tarro y se cansa bastante, lo que hace es entrar una botellita de refresco dentro del mismo tarro o dos botellitas de agua, cuando se cansa se sienta arriba a beberse su agua o refresco y espera un “chin” hasta que se siente mejor.
“A veces me dan deseos de darle un estrallón a esta vaina, tu cree que es fácil caminar con ese tetero del sol o a la hora de la doce, y ete tarro en el hombro o en la cabeza, pero después pienso que si no lo vendo no consigo na ” cuenta Antonio.
“Llevar un tarro en la cabeza no es muy bueno, pero si no nos los encaramamos, cómo vamos a conseguir los chelitos pá la comia”. Dice.
Nos contó que algunos días tiene suerte, porque al salir desde muy temprano a un pueblo especifico, llegan a una casa a la misma doce del medio día y como el dominicano es muy buena gente le brindan comida a él y su ayudante, así no tienen que gastar parte del dinero de ganancia que les corresponde por la venta de uno de sus tarros.
Estos vendedores de Tarros ambulantes acostumbran a comprarlos en las fábricas, para luego salir a las calles y venderlos a un precio favorable.
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